Spring

Spring
Primavera en Mannheim, Alemania. Paisaje fotografiado y editado por mí.

domingo, 16 de agosto de 2015

El Lamento de Ícaro

Ícaro
(I)

Yo soy de los opuestos,
y me complazco en vestir
esta soledad como la piel
que viste el lobo.
Una rosa alquitranada
en un pozo de cemento.
Abre bien los ojos
y mírame si es que piensas
que puedes alcanzarme.
A este manto que me cubre
he teñido de crepúsculo,
y la luz que he conquistado
en mis ánforas guardado.

Partiste siendo lirio
y volviste siendo espada
y mi cuerpo, en esta espera,
por la muerte fue moldeado.
Ahora brillas demasiado
y te alzas muy alto
para estos ojos
a las sombras habituados.

He tejido una mortaja
con los días del pasado
y con suma ligereza
la he tendido en tu
recuerdo.
Ha de ser por ello
que me he rendido
a las suaves y gentiles
caricias de los
muertos.

¡Oh, juventud! Bienvenida al paraíso,
ven a contemplar las virtudes
de aquel que vendió su alma al dolor.

Si rehúyes mi mirada,
nada esperes de mis ojos.
_______________________________
Estefanía Figueroa Buitrago 

The Lament for Icarus, Herbert James Draper, 1898.

Ha llegado un nuevo mes y con él la oportunidad de volver a compartir un nuevo espacio con ustedes en mi blog. Espero que esta entrada llegue a ser más corta que las dos pasadas, que, como seguramente lo notaron, son eternas. Para esta ocasión quiero compartirles dos poemas de mi autoría inspirados indirectamente en Ícaro y de paso aprovechar la oportunidad para narrares un poco sobre este personaje de la mitología del que seguramente han escuchado hablar.

Ícaro era hijo de Dédalo, un reconocido arquitecto, artesano, escultor e inventor (la viva representación de la evolución científica) ateniense, famoso por haber diseñado el laberinto del rey Minos de Creta para encerrar al minotauro, un monstruo mitad hombre mitad toro nacido de la esposa del rey con el toro de Creta. Según la mitología, Poseidón, señor de las aguas, hizo salir al toro para que Minos lo sacrificara en su nombre. El rey encontró al animal tan esplendoroso que prefirió guardárselo como semental, incurriendo así en la ira del dios, quien como represalia hizo que la reina Pasífae se enamorara del toro y concibiera al híbrido.

Minos solía ofrecer sacrificios a la bestia, encerrándolos en el laberinto para que esta los matara. Tal es el caso de Teseo, hijo del noveno rey de Atenas Egeo, quien se postula como sacrificio voluntario para matar al minotauro de una vez por todas. Ariadna, hija del rey de Creta, se enamora del héroe en cuanto lo ve y, apenada por la posible muerte de este, le ofrece secretamente una bola de estambre que recibe de Dédalo para que el joven marque el camino recorrido. Teseo sigue los consejos que Dédalo le hace llegar a través de Ariadna y consigue llegar al centro del laberinto y darle muerte al minotauro.

Por la ayuda brindada al joven héroe, Dédalo es considerado un traidor y encerrado junto a su hijo Ícaro en el laberinto. Sabiendo que el rey Minos controlaba las rutas terrestres y marinas, Dédalo ingenia una manera de escapar por el único medio que se encuentra libre: el aire. El inventor trabaja entonces en dos pares de alas hechas de plumas unidas con cera para él y su hijo. Comprobado que funcionan, le ofrece un par a Ícaro, aconsejándole que no vuele ni muy alto ni muy bajo, sino que siga su guía, pues el sol o el agua del mar pueden llegar a dañar el artefacto. Los dos escapan, y en medio de la euforia del vuelo, Ícaro olvida las advertencias de su padre, elevándose por los aires más de lo debido, al punto que el calor del sol derrite la cera de sus alas. Aleteando inútilmente, Ícaro cae desde las alturas para ser recibido por las fauces del mar.

La historia da muestra de la fatalidad que la complacencia y el orgullo traen tanto sobre el ser humano como sobre los seres divinos. Muchos otros personajes mitológicos de otras religiones también han encontrado su desgracia al intentar elevarse más alto que el sol o que Dios mismo. Igualmente, el mito es un recordatorio de lo dañinos que los extremos pueden llegar a ser si el camino de la vida no se transita con mesura y escuchando los consejos de la sabiduría.

Ícaro
(II)

Aún si por medio de la presente lisonja
pretendo evitarle el trago pérfido de mi amarga indiferencia,
no aspiro a incurrir en innecesarias incongruencias,
ni en escritas con vana mano disfrazadas falsedades.

Es mi corazón de mi austera presencia callado prisionero
y no es usted, aunque ilustre, el elegido caballero
cuya predestinada comparecencia ante el tribunal de mis sentimientos
ha de dispensarlo de la mano férrea de mis trazadas estribaciones.

Entienda que mi hastío no pretende ser su verdugo impersonal,
ni que mis barajados silencios se regodean en agredir de afabilidad sus efluvios,
pero es mi alma un dios terrible seducido entre los pliegues de sus desvergüenzas
por el fervor y la excitación vertidos en tornasoles juegos indiscretos de las más extrañas alabanzas.

No dedique pues sus excelsas facultades a la tarea ingrata de intentar mutarme
- alevoso idilio despreciado por los ángeles-
ni convoque usted a Eros para que con sus de rojo tinte dardos
le de muerte a un Ícaro que desgraciadamente se ha elevado demasiado.
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Estefanía Figueroa Buitrago 

Finalmente, les comparto la canción titulada From the Dionysian Days, del álbum Crowning of Atlantis de la banda sueca Therion, la cual, por si no lo han notado teniendo en cuenta la cantidad de canciones de ellos que coloco, es una de mis favoritas.


Muchas gracias a los que comentaron la entrada pasada, ando poniéndome al día con las respuestas. Como siempre, aprecio mucho el tiempo que dedican a leerme y a dejarme su opinión.

Saludos.