"[...] Esto que me lleva
lejos de mi amor
es un árbol,
el preferido de las reinas,
y somos nosotras
del Espino,
sus raíces."
- Annabella Byron, Lucía Estrada.
The Three Sisters, Nona Limmen.
Pocas cosas de este país siento y vivo con
energía como la poesía de los maravillosos exponentes Colombianos. Personas que
han vivido y sufrido la vida de mil maneras diferentes y que han tenido la
sensibilidad para expresar ideas, sentimientos, anhelos y recuerdos de una
forma que reinventa al idioma y le da nuevas alas para alcanzar planos antes
inalcanzables.
Estoy segura que, aún sin un acercamiento
a la poesía, muchos nombres les sonarán familiares, sea José Asunción Silva,
Aurelio Arturo, León de Greiff, Porfirio Barba Jacob o muchos otros a los cuales
el tiempo se ha encargado de posicionar arraigadamente en el sentir de un
pueblo. Pero también es cierto que hay otros talentos, tal vez más
contemporáneos, que pasan desapercibidos, o mejor, que apenas se están
revelando como los magníficos artistas que son.
El día de hoy deseo hablarles de una
poetisa nacida en 1980 en la Ciudad de Medellín, a quien llegué casi por
coincidencia. Su nombre es Lucía Estrada. Hace un año y medio aproximadamente
me encontraba en la Librería Nacional, ojeando las secciones para pasar el rato.
Pasé rápidamente la de literatura fantástica y llegué a la de poesía. Siempre
hay libros grandes que llaman mucho la atención, pero cuyo contenido no siempre
disfruto, y otros muchos más pequeños perdidos entre esos. Casi al azar tome
uno de esos libros delgados (de esos que no llegan ni a las 100 páginas) y le
eché una ojeada a la portada. “Premio de Poesía Ciudad de Medellín 2005. LAS
HIJAS DEL ESPINO. Lucía Estrada.” Abrí una página cualquiera y bajo el título
de Clitemnestra leí:
"El brillo de tres espadas
se consuma hoy
en mis manos:
elige
a cuál de todos
confiarte."
No recuerdo muy bien qué fue lo que más
me gustó en ese instante. Si el hecho que el poema se refería a la mitología
griega, o la manera en que estaba escrito en pequeñas partes, o que tal vez no
me esperara un escrito sobre la reina de Micenas en un libro de poesía
Colombiana. Pudo haber sido todo eso, por supuesto, pero en este momento puedo
decir con seguridad que lo que más me gusta es que seis líneas de escasamente
tres o cuatro palabras cada una logren ser tan elocuentes. El poema nos ubica
en un instante preciso de tiempo, no en un lapso de días, horas o minutos, sino
en un segundo en donde tenemos que decidir el futuro de nuestro destino.
Estamos ante la presencia de una mujer con poder que nos dice “tres caminos hay
para ti, los tres me pertenecen. Elige el precipicio por el que vas a
despeñarte”. Pero también es un diálogo de la reina consigo misma, una pregunta
sobre su devenir y lo que ahora en adelante será.
Este primer poema me brindó, aún sin yo
saberlo, una visión clara de lo que es la poesía de Estrada. En ella se
entretejen lo mítico, el destino, la evocación, el misticismo, el olvido, la contemplación
y el porqué, por medio de un lenguaje que deja de lado los adornos y se decanta
por lo sobrio y contundente.
En Las Hijas del Espino conocemos a 51 mujeres y a los móviles
de sus existencias tal y como son, ellas mismas en medio de sus circunstancias,
mientras que al mismo tiempo somos encarados por sus preguntas, por sus dudas,
por sus temores, por sus silencios y por su mismísima existencia. Mujeres de la
mitología griega como Circe o Medea, mujeres muertas en la hoguera como Prisca
o Guitamonda, artistas como Remedios Varo, escritoras como Sylvia Plath,
compañeras de músicos como Cósima Wagner, escultoras como Camille Claudel,
diagnosticada de esquizofrenia y recluida en un asilo hasta el día de su
muerte, nos hablan a través de cada página y nos invitan a conocer su nombre, a
imaginar sus rostros y a salvarlas del olvido y de la sombra de aquellos que en
vida les arrebataron su apellido.
Como no vendrás a la cena de mis muertos,
ni sabrás para quién cavo esta tumba,
pongo desde ya
bajo tu lengua,
la hostia viva de mis alucinaciones.
Cada quien tomó su camino,
de izquierda a derecha
el más profundo.
Cada quien siguió atado
a la cinta mortal de su locura.
Escribe para que no vuelvan,
que yo comeré y beberé, como Alicia,
el rojo resplandor de la fiesta,
mientras el mundo termina de cerrarse
sobre mí.
No te asombres
si nuestras palabras
no son las de antes,
si nuestro destino, tal como se construye,
nos golpea el rostro y nos hiere
y nos deja completamente ciegos.
¿Qué hacer cuando ellos nos empujan?
Esa legión de ángeles ebrios,
terribles como el rostro
que se refleja por última vez.
No tardes.
Ya nadie nos espera.
- Zelda Sayre.
Hay nombres que exigen una búsqueda,
palabras misteriosas que exigen ser desentrañadas, acciones que esperan ser entendidas,
y es en este ejercicio en donde descubrimos y reinventamos a cada una de estas
mujeres y quitamos un poco el polvo que se ha asentado en su recuerdo. Lucía
Estrada le da voz y cabida a cada una de estas mujeres en sus versos, pero
también nos enfrenta y nos pone cada a cara con el misterio de nuestro destino.
"Si
preguntaras
a
la piedra
respondería
con tu nombre
el
propio corazón
es el oráculo."
-Yocasta.
No me queda más que recomendarles que
lean el trabajo maravilloso de Lucía, el cual en parte ha influenciado lo que
yo escribo. Las Hijas del Espino no es su único libro, pero es un punto de
partida con el que vale la pena empezar. Leyéndola jamás nos veremos perdidos
en palabrerías innecesarias y ostentosas, nos veremos enfrentados por la terrible
verdad de la realidad.
Finalmente, quiero compartirles mi poema Advenimiento
y la canción Voveso in Mori de la
banda Eluvietie. Les agradezco por
leerme y por dejarme sus comentarios.
Advenimiento
Mira a través de mí
con tus ojos de fogata
y pasa las páginas de mi corazón
con el asombro que incita
la lectura de un libro sagrado.
No pretendas que sonría
como cuando éramos jóvenes.
Los pájaros en mi ventana
se tornaron en cuervos
que callan en el día y
graznan en la noche.
_______________________________
Estefanía Figueroa Buitrago
"Que mis ojos mientan
lo que han visto
esta noche
un gran augurio:
¡oh rey!
el Cuervo
se ha posado
sobre nuestras coronas."
- Hécuba.
Referencias: