Mis queridos amigos y lectores, le ha
llegado el turno a la entrada de Diciembre, que hace casi un mes vengo
estructurando en mi cabeza. Como siempre, empiezo agradeciendo a todos aquellos
que se toman el tiempo de leer y/o de comentarme. Para los que se pasan pero
que aún no se animan a dejar un comentario, los invito a escribirme :). Sus
opiniones, palabras de ánimo, o el simple hecho de saber que están allí me
animan a seguir adelante.
Para esta ocasión me gustaría mostrarles
dos de mis pinturas favoritas, ejecutadas a manos de los pintores italianos Michelangelo
Merisi da Caravaggio, un gran exponente del Barroco, y Guido Reni, de la escuela Boloñesa. Ambos
pintores, como es bien conocido de la pintura italiana, presentan esa fuerte
tendencia a la representación de temas y personajes del catolicismo.
La primera obra que les comparto es el
Juan Bautista de Caravaggio. Sí, de nuevo Juan Bautista (no sea que piense que
tengo algo en su contra en este blog). Esta pintura es particularmente de mi
agrado por el esquema de colores que maneja. El fondo otoñal se mezcla
perfectamente con el rojo de los ropajes y con el cabello de Juan.
Adicionalmente, la pintura desprende un aire de melancolía y tristeza que la
hace bastante atractiva. Es casi como si hubiésemos sorprendido a Juan llorando
y este hubiera apartado ligeramente avergonzado la mirada, verdad? Algo que me
gusta mucho también de ésta obra es la fragilidad que insinúa con el juego de
luz y sombras, dándole a la piel ese aspecto suave, con la contextura delgada
del personaje y su apariencia decididamente juvenil y ligeramente devastada.
John the Baptist, Michelangelo Merisi da Caravaggio, 1604. Nelson-Atkins Museum of Art, Kansas City.
Juan Bautista fue, de hecho, objeto de aproximadamente
ocho pinturas de Caravaggio. En todas ellas se presenta a un muchacho (lo que
se aleja de la tradición de pintar a este personaje como un hombre maduro)
melancólico y solitario. Los fondos son siempre paisajes ensombrecidos, en donde
el juego de la luz con la sombra toma un papel fundamental. Adicionalmente, se
puede reconocer a Juan Bautista por el uso de elementos primarios como lo son
el bastón, la piel de camello y el manto rojo que apenas logran cubrirlo. En muchas
ocasiones lo acompaña también un cordero.
La segunda obra se trata de San Sebastian
de Guido Reni. Este santo, al igual que el Juan Bautista de Caravaggio, fue
pintado en varias ocasiones por el mismo pintor. San Sebastian fue un soldado
romano condenado a morir por flechas por defender su fe. San Irene lo libera
mientras aún está vivo y cura sus heridas. Fue un santo muy popular debido a
que se le atribuía el poder de detener epidemias. La composición de la pintura
es siempre la misma: el santo se encuentra amarrado a un tronco, mirando hacia
el cielo, como quien entrega su vida a las manos de Dios, mientras múltiples
flechas atraviesan su cuerpo.
The martyrdom of Saint Sebastian, Guido Reni, 1616. Boston Athenaeum
Gallery.
Un pobre soldado en su instante de
martirio. Pero apuesto a que ustedes, así como yo, han notado algo. Para una
pintura en donde un soldado está siendo ejecutado el personaje luce demasiado…
sensual. Nos encontramos con un jovencito apuesto, amarrado de las muñecas,
apenas cubierto por un trapo, que mira hacia el cielo con una expresión de
muchas cosas, menos de agonía. Esto es porque, en una época en donde el homosexualismo
no estaba bien visto, no había nada más conveniente que excusarse en temas religiosos
para explotar el desnudo y la sensualidad masculinas, y esto es algo a lo que
Reni recurre a lo largo y ancho de su obra, las cual les invito a apreciar.
Tras la presentación de estas dos pinturas
les comparto, como de costumbre, uno de mis poemas, que lleva el mismo título
que esta entrada. Este escrito es parte de mi último poemario titulado “Borrascas
Universales”, así que está recién salido del horno :). Aquí, como en muchos
otros poemas, exploto el concepto de “el Rey”. Espero que lo disfruten y me
dejen saber qué piensan al respecto.
Trascender
Soy solo yo quien tiene acceso
a las cumbres inexpugnables
sobre las que se asienta tu cabeza.
Allí en donde las águilas
construyeron su reino
y sus tronos de piedra,
allí en donde la luz de las estrellas
descendió por vez primera
y besó los dedos extendidos
de la tierra.
Cada pico es más helado
que aquel al cual sucede.
Cada uno añora más
el inconcebible toque
de los cuerpos que se
cobijan en el corazón de la galaxia.
Allí, sobre esas cimas blancas,
he visto tejerse como racimos escarchados
los pensamientos del reino
de los hombres sabios,
el corazón tibio de la valentía,
y los ojos negros de los pájaros
que han divisado la altura divina de dios.
Así pues, seré yo,
que he visto cómo te perfilas
envestido por los siglos,
quien levante el peso de la corona de los años,
el cetro del regente que ejecuta la sentencia
y el orbe de este mundo que fue amado por tus ojos;
para que a ti solo te corresponda adornarte con los
lujos
cincelados noche a noche por las mareas del mundo,
por los cuentos de las viejas
y La Traviata de las olas.
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Estefanía Figueroa Buitrago
Cierro con la hermosísima canción “Candle
in the Night” de la banda turca Almöra, una de los mejores proyectos de metal
sinfónico con los que he tenido la suerte de toparme. Su propuesta es diferente
e innovadora y les ha ganado un lugar muy alto entre la música turca. Espero
que les guste tanto como a mí.
Les deseo a todos para estas épocas
decembrinas muchas alegrías. Nos estaremos leyendo pronto, pues espero hacer otra
actualización antes que termine el año!